martes, 28 de agosto de 2007

Un simple martes

El martes se arrastra por los minuteros y mi vehículo es bala sobre el gris de las calles de Barcelona. Las lluvias de los últimos días han revolucionado la fauna del subsuelo y se escuchan gritos de terror y desmayos al ver ratas y cucarachas viendo la programación de verano en los despachos de la zona alta. La mitad de la empresa sigue de vacaciones y los pringados que mantenemos el tipo sufrimos exceso de trabajo. No me quejo. La verdad es que disfruto de una ciudad sin coches, con muchos sitios para aparcar y como habito una atmósfera controlada por el aire acondicionado de la cabina, no tengo la sensación de agobio que percibo en algunos en la vía. Agosto ya prepara equipaje, septiembre puja en el útero de 2007 y dentro de cuatro meses termina el año. Creo que el tiempo es una tarta de manzana llena de hormigas. Equilibrio en las formas. Sensación de algo que transcurre por la piel y un otoño calienta motores antes del despegue. Otro año prepara su agenda y somos números. Las tiendas se llenan de bufandas aunque nos queme el calor. Playas sin gente. Miro en los bolsillos y hago cuentas, todo está más caro pero gano lo mismo. Pero no pasa nada. Esto es el primer mundo. Hoy es martes y poco queda del día. Mi fortuna está en la curva de la espalda de C. acurrucada en los pliegues ocultos de su cuerpo y soy afortunado de que ella exista pues hoy compartí banco con un mendigo que buscaba el alivio de la sombra y percibí tanta soledad y tristeza que casi termino llorando. Al menos tengo un techo y un amor al final de la jornada. Y salud y algo de dinero y una familia sin líos y sin hambres en Estados Unidos, poco más, aunque mucho comparado con aquel desposeído de todo que tal vez en el pasado fue otra cosa. Así que el regreso al hogar es el premio oculto en las cosas sencillas. Mi mundo es cada vez más simple y me está gustando. Di mucho para otros. Ahora me place la tranquilidad del reposo.

No hay comentarios: