miércoles, 4 de febrero de 2009

Gaviota

Hay sol bueno y mar de espuma, como diría el apóstol Martí para gloria y cachondeo de fans y cerveceros cubanos que le agregaron aquello de “Y Polar de etiqueta” pero si, hoy hace uno de esos días diáfanos y serenos que calan hondo ante el espectáculo de tanta paz y belleza. Ya desde temprano se insinuaba por el horizonte mientras una escoba celeste barría motas de nubes en lo alto. El buen tiempo es un evento pasajero, efímero, temporal en la redundancia de si mismo, ceñido, y no reñido, al calculado paso de las horas por los sentidos abiertos de mi cuerpo. Del Norte llega un aire fino y frío que empuja olas con delicadeza. El delta arroja toneladas de agua dulce a orillas de Barcelona junto a hojas, troncos, pedazos de coches, tejas, condones, productos químicos y peces muertos, o sea, lo normal y en la radio sólo Valencia, Baleares y Cataluña se libran de una helada descomunal con olas de siete metros que tiene en alerta al resto de España pero aquí, frente a este mar y con las montañas a mi espalda, hay paz. Entonces pienso en el intento de parar estos instantes y fracaso; evoco un truco para incrustar estos minutos y se me escapan. Digo un sortilegio y abro los brazos, pero el viento esparce las palabras y las desintegra. Todo vuelve al Todo, del que siempre fue y siempre será. Detente, le pido al día, solo hay silencio. Una gaviota pasa y me mira con cara de ¿y a este que le pasa? Se aleja junto a otras, camino a un banco de sardinas y subo la cremallera del abrigo para al menos atrapar algo de calor propio, mi calor, el viejo indicador de que estoy vivo. El ave vuelve y le digo _ “Préstame tus ojos”_ ¿Y qué me das a cambio? _ replica ella _ “Qué tal mis manos”_ ofrezco abriéndolas de par en par _ “No las necesito, tengo mis alas”_ contesta la gaviota _ “Pues toma mis piernas”_ mueve el pico negativamente _ “son muy pesadas” _ opina sin ánimo de ofender _ “Sólo me queda el corazón” y desnudo el pecho al frío de la tarde. Con pasos cortos examina los latidos, huele la sangre que corre en todas direcciones y me dice “El corazón de los humanos está lleno de corazas, se ocultaría el sol y aún no habría llegado a la chispa que enciende sus impulsos, lo siento, no me sirve” y se aleja unos pasitos. Entonces nos quedamos viendo el atardecer sentados en la arena hasta que ella pregunta _”Seguro que no tienes algo más ligero” Respiro hondo, arreglo la bufanda y me encojo de hombros _”¿Seguro?”_ insiste el ave. Hurgo en mis cavernas secretas, desando pasadizos y recodos, pierdo algún que otro paso en el laberinto de las emociones y allí, al fondo, veo mi Alma. La gaviota hace un guiño de complicidad _ “Un trato es un trato ¿no?” y acepto. Comienzo a volar sobre las casas y la autopista, la orilla es la frontera entre el mar y la montaña, soy uno más en la bandada y hago rasantes sobre olas que intentan atraparme, soy aire, soy aire soy… casi choco contra un avión en senda de planeo sobre el aeropuerto. El mundo es hermoso desde aquí arriba y en medio de dos volteretas a cien de altura un ángel me pide que mire hacia el paseo marítimo para ver como la gaviota, portando mi Alma bajo un ala, se sube al coche, arranca y se va a una de las más caras pescaderías del barrio para ponerse morada a costa de mi tarjeta de crédito.

martes, 3 de febrero de 2009

Visión desde otra orilla

He vuelto del trabajo con la sensación agridulce de un país en crisis. A veces no quisiera ser testigo privilegiado del drama que sufre tanta gente. Hoy llegué temprano a una importante empresa que fabrica componentes electrónicos desde hace muchos años. Sólida y con una cartera de clientes envidiable, dicha empresa ha tirado a la puta calle a más del 80% de la plantilla y los que quedan trabajan con la desazón atada a los tobillos del corazón. Sus andares reflejan la incertidumbre del momento, el cuerpo es el espejo del alma y no contestaban a mis saludos de buenos días como si sus mentes estuvieran en otro lugar que imagino con forma de cola del paro. La lluvia y algo de niebla complicaron la autopista y el humor de los conductores. Hay muy mala leche en el aire en el día en que la cifra del desempleo subió a tres millones trescientas mil criaturas, un millón de ellas sin prestaciones económicas por haberse agotado la de la seguridad social. Se destruyen más de seiscientos puestos de trabajo al día y eso es aterrador. Las empresas farmacéuticas hacen su agosto por culpa del consumo de pastillas jalonadas por la depresión y sus consecuencias en el cuerpo y salud de la gente. En medio del caos, viajando de un micro universo a otro que son las entrañas de las empresas que controlo, a veces siento algo de vergüenza por mi estabilidad laboral. No hay paro en el horizonte de la multinacional para quien trabajo, ella está en la orilla privilegiada de los poco que van sorteando el temporal con las velas deshilachadas pero sin hundirse. Y qué decirles a esos que llegan a casa sin saber qué habrá mañana, qué llamada al despacho del jefe les torcerá la vida, qué sobre con el finiquito le espera al final de la jornada y al siguiente amanecer quedarán en casa bajo la despiadada miradas de los espejos. Sólo me gustaría decirles que tengan fe en ellos mismos, que seguramente sus vidas han tenido otros naufragios y este es uno más aunque la fatiga les marque el rostro, que no se odien ni sean crueles consigo. Qué siempre escampa aunque dure mucho el temporal y temamos morir de gripe. Que no vean a la vida como su enemiga. Ella, la vida, es una ola que pasa y sigue. El mar es grande. Pero el ser humano también.

lunes, 2 de febrero de 2009

Banderas heladas

Bajo el frío y la nieve se reunieron, en la Puerta del Sol de Madrid el pasado domingo, una multitud pidiendo el fin de la dictadura en Cuba 50 años después de la llegada de Fidel Castro al poder sobre una nube de esperazas jamás cumplidas de un pueblo que confió y derramó sangre a favor de un cambio que no llegó. Para mí lo esencial está en el mensaje y lectura de la manifestación en si misma. Primero por el esfuerzo de estar físicamente en la capital bajo condiciones extremas de clima abogando por una causa que está muy lejos si se mide en kilómetros y muy cerca si miramos dentro de los corazones. Cuba es y será fuente de reflexión y polémica pues ocupa un margen importante de la emotividad hispana hasta el punto de polarizar dramáticamente los puntos de vista y el color general de las manifestaciones. La ausencia indecente de la izquierda española en la petición de democracia para la isla deja abierto el debate sobre la naturaleza de las entrañas de la ideología de izquierdas en el estado español. Las contra manifestaciones a favor de Castro en Madrid y Barcelona donde la mano y los recursos de la embajada cubana se hacían notar, dejó al descubierto uno de los matices más indecentes de los progres de este país: quieren para Cuba aquello que odian que ocurra en España. No son personas estúpidas o desinformadas, hay nivel e incluso fortunas ganadas gracias al capitalismo que detestan. Hay anti americanismo e hipocresía porque saben, y lo saben bien los de IU y compañía, que en Cuba ni hay libertad de palabra, opinión, movimiento, economía, sindical, política, jurídica, ni de prensa, comunicación y religión. Pero están ahí, bajo el frío y la nieve, gritando a favor de esa realidad totalitaria, eso si, en una lejana isla del caribe, no en sus cuentas bancarias, ni en sus viajes con pasaporte europeo, ni en su derecho a entrar donde quiera a dormir o tomar algo, no en el derecho a montar un negocio aunque sea de fabricar escobas. Y gritan y patalean sobre la escarcha de la tarde para que aquella pesadilla continúe y las putas de la Habana les sigan saliendo baratas.