jueves, 16 de agosto de 2007

Como volver al trabajo y no morir en el intento

El final de la tarde es una seda cubriendo el descampado del tiempo. La luna, un recuerdo en cuarto menguante y siento que la vuelta al trabajo es semejante a una lapidación musulmana.

Poco agradecido es el cuerpo que pronto se acostumbra a la comodidad, el mío es un desastre y la primera media hora que conduje por las rondas fui casi un peligro público, nada propio encajaba ni en la ergonomía del vehículo ni en las rebeldes neuronas que en plena huelga se negaban a cumplir con la faena pactada.

Puse la radio, la emisora de siempre con lo de siempre, que si Navarra, que si Zapatero, que si Eta y el debate de la mañana arreglando el mundo en la medida de los periodistas y contertulios que hablan y hablan. Pongo el Cd y Rubén Blades me recuerda desde su disco “Tiempos” que una cosa es ser varón y otra es ser hombre y debe ser cierto porque el cabrón del Jaguar descapotable que va delante de mío no pone intermitentes ¿para qué? _ pensará _ Tengo un Jaguar XJ 4.2 súper 8 automático de 129 500€ y no me sale de los escrotos poner mis luces, ja, ja. Por un instante una gota muy ácida de envidia se abrió camino desde el cerebro hasta el estómago pero al siguiente fue rechazada por la imagen del tremendo seguro que debe pagar este ser humano, equivalente a varios sueldos míos, además ese modelo no es exactamente el que me pone a cien, de todas formas algo deben tener sus asientos para que el capullo del dueño conduzca de esa manera.

Al fin llegan las noticias y Perú tiembla en los mensajes, Grecia arde por los cuatro costados y China se cabrea porque occidente encontró plomo en juguetes fabricados allí. Como veo, el mundo sigue igual de jodido que antes de las vacaciones. Suspiro y me dejo llevar por la 5ta de Beethoven, subo la radio y saco el pie del acelerador, no vale la pena estresarse, el planeta seguirá girando conmigo o sin mí y su música limpia el barro de los bordillos en las calles, los cristales y las nubes. La armonía desclava las ruedas y floto en esta suave curva a la derecha buscando la Ronda Litoral y luego Bac de Rodas. Durante esos minutos me fundo con la parte buena de la vida y encuentro paz, profunda paz conmigo mismo y con todo lo que me rodea mientras me brotan en la frente arenas, olas y algas en un azul y blanco deslumbrante y sosegado en el que fijo la imagen de la vida tostándose al sol candida y pudorosamente.

Y sigue allí al final del día, medio tendida en la tumbona mientras la noche termina su tarea instalando fresco marinero y estrellas sobre la ventana. La vida puede que sólo sea eso. Un instante sereno donde todo, absolutamente todo, encaja pieza a pieza.

Hasta mañana.

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