domingo, 19 de agosto de 2007

Mulata, Tabaco y Ron

Día de intensa lluvia, domingo pasado por agua con tormenta mañanera que segó la vida de una chica portuguesa con uno de sus rayos a eso de las siete de la mañana en un camping de Castelldefels. Lugar muy tranquilo. Siempre salimos en la prensa cuando hay desgracias, que si la mafia rusa controla los puticlub del municipio, que si los sicarios colombianos le abrieron el pecho a un compatriota de la competencia con cuatro tiros en una esquina del pueblo, que si pillaron al capo israelí de las drogas de diseño que tenía una perra casa en la zona alta o que dos tarados de La Mina mataron a machetazos a un matrimonio de joyeros de la Plaza Juan XXIII. Allí siempre encuentras a la prensa cubriendo noticias sobre inundaciones y desgracias. Luego está “El Nen de Castefa” el de -¡Qué passa neeen! Con su clon pequeñito para colgar sobre el salpicadero de los coches en plan súper cutre dándole más fama a este rincón de Cataluña.

Insisto en que vivo en un sitio tranquilo. Yo no percibo el traca traca de sus bajos fondos, tal vez porque no los visito, creo yo.

Y en días como hoy, con huracán en el caribe amenazando vidas y haciendas, siempre se va la cabeza a tres motivos básicos típicos de las jornadas lluviosas; los cubanos hablamos de 1) Mujeres, 2) Tabaco y 3) Ron. Costumbre centenaria integrada en la piedra fundacional de la nación cubana. Imposible olvidar mis ciclones de la infancia y juventud, los tejados volando a la par de algún vecino, árboles rotos flotando calle abajo, palmas reales que el viento hacía bailar pero que nunca logra partir, carros de combate del ejército patrullando las calles de los barrios sin luz eléctrica, olas de más de cinco metros levantando trozos de acera de concreto del paseo del malecón, nubes color malva girando desaforadas al compás de un aire que huele diferente y las baja a escasos metros del suelo en hilachas grises cual algodón sucio, y la gente, luego de hacer lo humanamente posible para aguantar el impacto del meteoro, reunida en sitio seguro dándole a la lengua, al tabaco y al ron. Pues no hay más nada. La naturaleza hace recordar en esos momentos lo asquerosamente insignificante que somos para ella, así que es mejor no cabrearla más de lo que está y relajarnos entre el humo de la buena breva, el licor sin hielo, a pulso y pa’ dentro, y la charla.

Y es que según cuenta www.lavanguardia.es resulta que el verano ya terminó, como lo ves, se esperan nieves en los pirineos por allá los 2000 metros y frialdad en la costa, ruina en los chiringuitos y ausencia de sol.

Por eso al ver la lluvia tempranera, la oscuridad de la tormenta y el fresco que se abrió paso hasta la cocina, recuerdo los relatos de los viejos a la luz de un candil mientras afuera los postes de teléfono volaban cual hojas de un otoño que se nos avecina fuera de temporada y bien que me hubiera tragado hoy mis mililitros de ese brebaje nacido de la santísima caña de azúcar, infierno y paraíso de la isla de Cuba, pero no, no bajé a buscarlo al súper por pereza más que otra cosa y aquí estoy, con ganas, tremendas ganas.

Tal vez mañana.

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