viernes, 22 de febrero de 2008

Ya estoy en casa

Regreso a casa y dejo atrás los controles realmente brutales de la frontera sur de los Estados Unidos de América, ojo, dije frontera sur pues la norte tiene unos agujeros enormes de seguridad, allá ellos pues el enemigo verdadero jamás entrará por el complicado filtro del golfo de México y la peninsula de la Florida. Palos de ciego dan al aire a ver si pillan a uno de los malos. País en estado de guerra, se nota en la perenne presencia de fusiles de asalto en el aeropuerto operados con pupila inquieta por miembros uniformados siempre a puntos de tirar. Mientras tanto y ajeno a todo esto, el invierno se mueve sobre los pantanos y canales de Miami. La ciudad es el destino de las pieles blancas que bajan de los estados norteños en busca de un calor más allá de las estufas y se encuentran con una urbe acogedora y cálida llena de playas tranquilas y esquinas que huelen a café cubano. Mestizaje total y bilingüe. Acentos de toda Suramérica, modos y formas de muchas latitudes en esta ciudad mulata que aún le falta ese toque necesario llamado arraigo para dejar de ser lugar de paso y convertirse en sitio con raíces. Nadé en el laberinto de mi familia miamense, fui testigo de una generación que ya prepara sus maletas a otra dimensión y observé de cerca la endémica paranoia de una sociedad controlada por los exiliados cubanos y el largo brazo de los espías de Castro mimetizados en sus calles. Terreno republicano de todo corazón y lastrado por el peso, tal vez excesivo, de los recuerdos, el dolor, las pérdidas y el vengativo rencor. Las apuestas están al rojo vivo en el tablero de los acontecimientos, la reconciliación entre cubanos desborda cualquier bola de cristal en el intento por saber el rumbo de la ola del tiempo que ya barre parte de la historia de Cuba tras la falsa renuncia de Fidel como Comandante en Jefe de aquella porquería de República a su imagen y semejanza. La solución de todo pasa por dejar que la naturaleza solidaria de los hijos de la Isla zanje las diferencias entre los de dentro y fuera más allá de los manipuladores profesionales de la política en ambas orillas pues en ellos abunda demasiada sed de sangre y venganza. Mezcla mala, muy mala a la que hay que evitar. A las 5.30 del 21 de febrero despegó rumbo Madrid un imponente Airbus con C. y yo sentaditos dentro. Finalizaron así las vacaciones y fue casi un viaje espacial a otro planeta, Europa está para otras cosas, no somos tan importantes los cubanos, Kosovo si preocupa porque las bayonetas aún están muy afiladas y de las fosas comunes regadas por los Balcanes brotan aún flores abonadas por la sangre de miles de sus gentes. Castro en una noticia en los periódicos, solo letras en las páginas interiores y dentro de poco no será ni eso. La historia lo borrará tal como hace con los tiranos. La vida sigue adelante y la gente no es tonta. Regreso a mi sensual paz mediterránea bajo el dorado sol de un viernes con sospechoso aspecto a primavera.

lunes, 11 de febrero de 2008

Miami

Es la ciudad de mi familia, de los recuerdos y las trampas del alma. Estoy con C. en este invierno floridano con 27 grados y algo de viento. Es otra Cuba en otra orilla. Solamente la risa de mi gente vale la pena tan largo, y caro, viaje. Mi madre sigue siendo la reina. Yo me despojo del reloj y dejo que las cosas transcurran a su aire. Vacaciones. Son simples vacaciones mentales. Aunque me mueva por la ciudad, necesitaba un breve cambio y creo haberlo encontrado.