sábado, 30 de junio de 2007

Rostros

Son rostros anónimos que esconden historias humanas.

Hijos del tiempo que les tocó vivir, sus caras son parte de los archivos de la Seguridad del Estado Soviética. Carne fresca de los gulag siberianos.

¿Qué terribles delitos cometieron? ¿Cuál fue su atroz crimen? ¿Merecían desaparecer en la inmensa estepa o en los escarpados Urales?

Desde la cárcel nos observan. No tenemos respuesta a tanta locura. Sus pupilas trascienden la línea de los años y dejan en nosotros algo de la humedad de los párpados.

Dejaron de existir; fueron borrados por Stalin como quien aplasta un hormiguero.

Hay paralelismos con fotos de prisioneros de los nazis, las mismas que hay de los detenidos en Camboya, son iguales a las que guardan los chinos, o los archivos de las juntas militares del cono sur de América durante los años 70.

El todas se repite la misma expresión ante la cámara, los mismos ojos, grandes, profundos. Mirando por última vez.

Fotos hermanas de los detenidos en Cuba.

Porque el problema de fondo es el mismo venga de la época que venga si está relacionado con el eterno miedo que siente el Poder ante la fuerza moral y cívica de esta gente humilde y corriente que se atravesó en su camino.

Ya es tarde para ellos. Solamente son fotos y recuerdos.

Queda un mensaje dedicado a la mala memoria de la humanidad.

“Lo que ocurrió una vez, puede volver a ocurrir”

Nadie está completamente a salvo.

Y es verdad. Solemos tener demasiada poca memoria o quizá, poca vergüenza.

Ellos, desde otra dimensión hablan en el idioma universal del dolor.

Podemos mirar hacia otro lado, esquivar sus pupilas, borrar de la mente sus rasgos.

Ignorarlos. Volvernos cómplices involuntarios de una segunda muerte, o dejar que nos cuenten cosas, cosas humanas, cercanas, fracturas del alma, sueños quebrados, incertidumbres esperanzadoras y de paso la pregunta que siempre flota en el vapor del aire.

¿Por qué a nosotros?

Lo siento amados míos.

Es la misma que me hago todos los días al levantarme.

viernes, 29 de junio de 2007

Fin de semana

El fin de semana es el comienzo de otras cosas. Pistoletazo de salida a un nuevo curso de Reiki en casa, concierto de trova en un hotel a diez kilómetros al norte de Berga y preparar la ruta de Lleida que ocupará casi toda la semana que viene.

En Madrid el orgullo gay toma las calles para mordaz comentario de una amiga soltera que viendo esos cuerpos suelta aquello de “que desperdicio” sin ánimo de ofender.

Semana de trastos a la cabeza en el mundo político. Fidel se recupera para desgracia de muchos, coche bomba en Inglaterra que de haber estallado sería la bienvenida al nuevo ministro. La narco guerrilla colombiana se cargó a 12 infelices que tenían prisioneros e Irak sigue en las mismas. Gentes volando por la honda expansiva de los atentados. Retenciones en las carreteras de salida de la Capital y Barcelona, los reyes tienen Pandas, yo un Opel Vectra, qué cojones… y mi furgo es una Berlingo donde paso más horas que en mi propia casa.

La playa es invadida por caras pálidas con gafas de diseño.

En fin, todo está como siempre que termina la semana: igual de bien e igual de mal según se mire. La línea de la costa la tapa las sombrillas, miro la montaña sabiendo que a partir de los quinientos metros hace otro tipo de verano y las noches son claras y frescas.

C. demuestra que es una mujer del norte dejando como un quirófano el piso a golpe de fregona. Maniática de la limpieza me ha salido. Pero es lo más lindo que tengo. Así que no digo nada que es una buena manera de ayudar.

Dormiré temprano.

Despertaré temprano.

El sábado será un buen día. Lo que pida hoy se cumplirá mañana.

Por si acaso prendo una velita.

Mientras el cielo es un suspiro en los labios rojos de la tarde.

Y la mente flota en la imagen recreada de una sonrisa vertical.

jueves, 28 de junio de 2007

Trece años

Acabo de cumplir un año más desde mi partida de La Habana. Dios ¿qué pasó con el tiempo?

Trece años sin volver.

¿A qué? ¿Para qué?

Mirando la ciudad por Google Herat, el desastre se ve desde la órbita terrestre. Mi país es una ruina y mi familia ya no está allí, entre los escombros de lo que un día fue un sitio único y singular.

Trece años, caramba, los relojes están locos, vuelan sus agujas y tengo canas, también menos pelo y más barriga.

Las fotos de esa época son ajenas a la realidad de hoy.

Entonces disfruto del agua que dejé correr, soy río y allí está el mar.

Conservo olores y recuerdos, acentos y giros del castellano que no se pierden nunca pero a penas extraño el congrí y la yuca con mojo, su sitio lo llené con otras sutilezas y expandí la mente hacia otras latitudes en el intento de gozar de nuevas sabrosuras que aguardan mi garganta, mi piel y mis sentidos.

Europa es mucho más que España o Francia o Alemania, es algo que encaja cual pieza que busca su molde original y lo encuentra.

Pero estos trece años cuentan y pasan factura.

Ahora odio menos que ayer. Reniego menos que ayer. Culpo y juzgo menos que ayer y hay un montón de cosas que van perdiendo peso y protagonismo al ceder terreno a lo mejor de la nostalgia y a las trampas del recuerdo.

Viajero del tiempo soy. Miro hacia atrás y hay una historia por contar. Pero caigo más en la seducción de mirar adelante ocupándome curiosamente por lo que vendrá.

Y eso me encanta.

Mientras tanto, una parte de mí, la más dolorosa, sigue anclada discretamente en la ventanilla del aparato que me alejaba de La Habana en aquel atardecer en el corredor aéreo de Las Azores camino a Madrid y luego a Zürich.

Es como un puntazo en el hígado, profundo, inalcanzable, duradero. Con el que me levanto y me acuesto entre mezcla de resignación y fatalidad.

La noche cae sobre el atlántico, a unos metros bajo el asiento y compartiendo espacio en la zona de carga, mi maleta es la metáfora de toda una vida empotrada en un metro cuadrado. El resto habita en el corazón.

Y allí está aún.

Y por lo visto. Seguirá.

martes, 26 de junio de 2007

Liceu

Después del trabajo salgo corriendo con C. a escuchar un concierto de música clásica en el Liceu de Barcelona. Cortesía de la empresa. Gratis.

C. se puso radiante, yo colgué corbata en el pescuezo e incluso encontramos buen aparcamiento a la vera de la Rambla.

El teatro relumbrante, la acústica perfecta pero la orquesta… sublime.

La obra del alemán Mendelssohn, cortante, agresiva, directa y profunda bajo las teclas de la pianista solista contrastó con la fuerza de la 5ta de Beethoven en sus tres movimientos.

Magia, sortilegio, misterio, emoción, mucha pasión en la armonía sublime del genio.

Atemporalidad que traslada los sentidos a lejanos lugares del interior haciendo vivir lo nuestro en otras pieles y otras vidas humanas.

Al terminar los aplausos algo de nosotros se hizo más noble y limpio. Algo dejó su agujero oscuro y se abandonó a la luz que la música transporta desde la batuta del maestro hasta la última cuerda del humilde violín.

Definitivamente, fueron ángeles.

lunes, 25 de junio de 2007

Líbano

Se pusieron fatal y los reventaron. Aquí no vale eso de que estamos en misión de paz, mentira, el ejército español es una cuña entre dos bandos a ver si se masacran menos con un tercer interesado en el conflicto que vive de chupar la teta de los sirios y los iranís.

Esa tierra está maldita, tanto si vas con casco azul y una bolsa de comida como si entras a saco disparando al mejor estilo local.

Podemos decir que son militares, que la muerte forma parte de la razón del oficio pero, los terroristas sabían lo que hacían cuando los vehículos de poco blindaje patrullaban en medio de su trampa.

Y hay tres latinos entre los caídos, tres emigrantes bajo una bandera que hoy es también la suya. Últimamente los muertos los ponemos nosotros, ecuatorianos en la T 4, colombianos en Líbano, peruanos en Afganistán y así y así van cimentando una España nueva, diferente, definitiva.

¿No decíamos que ella es la madre patria?

Pues por ella también se muere.

Y hay que joderse y apretarse el cinturón pues la fiesta recién comienza y ese mundo medieval de los islamistas continuará preparando coches bombas para seguir en su raro sueño de conseguir no sé qué cosa.

Que pena.

Caramba, que pena.

domingo, 24 de junio de 2007

Solsticio

Noche breve, mucho jaleo en la costa y la montaña. Toneladas de pólvora quemándose en el cielo mientras retumban petardos por las colinas y la playa.

Noche de San Juan, aquí Dios está de vacaciones a pesar del esfuerzo de hacer protagonista a un santo. Fiesta del fuego. El purificador. Instintos ancestrales brotan en la oscuridad y nadie busca el por qué de aquello que aflora, simplemente se disfruta la comunión entre la flama y el corazón.

La gente baila sobre la arena mojada, los niños se saltan las normas y trasnochan con sus padres o duermen al amparo de las hogueras mientras los adultos sacan el animal que llevan dentro a golpe de alcohol y música.

Sobre las cinco un abanico turquesa se alza en el oriente empujado por un incendio naranja que puja en el horizonte. Miles de estrellas son barridas de golpe y la luz deja ver rostros con huellas de madrugada.

Cuando el Sol asoma su corona ha nacido una nueva era, nadie puede competir con el astro, ni el fuego que palidece entre las rocas y la arena, ni el fugaz petardo que estremece en un segundo el tímpano de los presentes.

Y nos vamos a dormir en este amanecer donde los antepasados anduvieron de rumba sin rumbo en un homenaje a la vida, el calor y el amor a esta tierra que es madre de todos nosotros mientras lanzamos un guiño al sol en este, el primer día de nuestra vida resurgidos del fuego del solsticio de verano.

jueves, 21 de junio de 2007

El sueño

El jueves suele ser un día raro. La acumulación de cansancio es evidente y la suma de torpezas al volante, un cartel que anuncia la necesidad de un mayor descanso.

Por eso voy a apagar la luna para pensar en ti.

Lo malo es que soy noctámbulo por vocación, como dijo Martí, Cuba y la noche. Ella me trae un tipo de calma tan diferente a la diurna que me reencuentro con paisajes y lugares que están muy dentro esperando ese momento del día para ser visitados.

Mañana es viernes y me espera un fin de semana lleno de trabajo. No sé cómo estaré el lunes, eso ya lo veremos.

Por ahora tiro de la cuerda y apago la luna, me voy a la cama con C. y a roncar.

Chauuuuu!!!

miércoles, 20 de junio de 2007

La Belleza

La belleza es ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica. Jorge Luis Borges, escritor argentino

martes, 19 de junio de 2007

Vilma

Al fin te partiste de una vez. A los tropecientos años y un país en ruinas. Eternamente burguesa, te apalancaste en las virtudes y prebendas del poder, en la comodidad de ser una primera dama sin tener que acostarte con tu cuñado.

Presidenta vitalicia de la FMC, jamás se te vio llorar por las madres cubanas cuando sus hijos morían en Etiopia y Angola, o cuando los tiburones merendaban carne criolla en el estrecho de la Florida.

Tú estabas en otra honda. En el vacilón con los hermanos Castro, en tu coche oficial, tu mundo y tu impune inmunidad.

Nunca fuiste Celia, siempre eras Vilma, no te codeabas con el pueblo, te daba asco. Y al morir dejaste una isla con más putas que cuando triunfó la revolución, más miseria que la del 1 de enero del 59 y más mujeres cubanas en el exilio que imaginarse pueda mente isleña.

Apoyaste los fusilamientos y la mentira, ocultaste información a tu gente, fuiste cómplice del naufragio y no moviste un dedo desde la comodidad de tu apartamento en una zona congelada de Nuevo Vedado por nada ni nadie.

Tu declive no empezó con la enfermedad que te mató. Ahora sufrirás el castigo del pueblo en su mayor expresión de justicia: el olvido. Como sucederá con tu marido y el cuñadísimo Fidel.

El olvido, el pasar página, el dejarte allí, en el opaco rincón de la historia de Cuba.

Hasta que borren de la memoria tu rostro pues la vida sigue fluyendo a pesar de tu esfuerzo por congelar una nación para perpetuar una gerontocracia que ya está preparando, tal y como hiciste tú, las maletas.

Descansa en Paz Vilma Espín.

Que tu alma descanse en paz.

Si puede

lunes, 18 de junio de 2007

Alberto

Digamos que se llama Alberto, tiene veintiséis y vuela desde hace año y

medio con nosotros repartiendo leña desde su aparato lo mejor que puede.

Aquella tarde le ví volver de la misión de bombardeo muy apagado y con

el rostro serio, nada comunicativo.

Se fue a un rincón y sacó la cantimplora que contenía no necesariamente agua

sino un líquido más volátil.

_ Hola_ le dije al acercarme_ ¿cómo te fue?

Alberto giró la cabeza y me miró a los ojos, cuando un hombre en la guerra

te mira a los ojos más vale sostenerle la mirada porque aquello de que son

el espejo del alma es cierto y Alberto, en aquel gesto personal y discreto,

abría la suya.

_ Bien…bien, un poco de resistencia pero todo bien_ contestó sabiendo que

aquella era la respuesta oficial.

Yo puse cara de “Se que estás mintiendo, mira que marinero somos y en la mar

estamos”

_ Alberto, ¿qué pasó allá arriba?

El piloto bajó la mirada, alguien que andaba por ahí le toco amigablemente

el hombro y la respuesta fue una sacudida en el cuerpo, luego se

compuso, devolvió el saludo con un breve gesto de mano, un croquis de

sonrisa y regresó al estado anterior.

_ Más bien tendrías que preguntarme ¿qué pasó allá abajo?

Entre cubanos las cosas van como la seda cuando media en el diálogo una

botella de ron, debe ser algo cultural pero esa fuerte bebida es la llave

mágica de las relaciones personales entre naturales de la Isla y en honor a

la verdad, mi cantimplora estaba más llena que la suya porque yo era más

amigo del jefe del almacén que él pero, como las normas militares regulan

mucho el tema alcohólico y a la vez estábamos en el frente y aquí las cosas

no van como en los manuales, para evitar conflictos salimos amigablemente a

caminar sin molestar a nadie y nadie a nosotros.

Todo marchaba bien, los blancos estaban localizados y en teoría la cosa era

llegar, efectuar el ataque, abatir el objetivo uno y

luego, si todo salía bien, el objetivo dos.

Ocurrió al realizar unas maniobras evasivas a baja altura tras el primer

pase. Se está muy ocupado en esos momentos operando los instrumentos de

vuelo y chequeando si los de abajo te lanzan un misil o cualquier cosa , entonces fue que por

el rabillo del ojo les vio. Eran unas figurillas estilizadas con ropas de

colores brillantes que corrían junto a otras muy pequeñas, oscuras y

espantadas.

Miró el plan de vuelo y no cabían dudas, ése era el segundo objetivo, para

colmo empezó a sentir fuego de armas ligeras que confirmaban estar en el

lugar correcto pero, ¿qué hacían aquellas mujeres y niños en la zona? ¿Por qué

no se alejaron?

Alberto asciende hasta la altura recomendada para el ataque, sus músculos

obedecen al entrenamiento, los años de servicio, la disciplina, el rigor y

todas esas cosas que ocurren mecánicamente. Estabiliza la nave y los

instrumentos de a bordo parpadean indicando en su lenguaje fosforescente que

todo está correcto.

Pero Alberto tiene cerebro y sentimientos, un corazón en el centro del pecho

y el inicio de lo peor que le puede suceder a un militar en medio de una

misión combativa, dudar.

Él no está allí para dudar, ni para pensar, solo para obedecer. Él es una

máquina de matar y lo sabía desde el primer minuto que pisó la academia

aérea sabiendo que le entrenarían para aquello pero nunca le prepararon para

reaccionar correctamente cuando en la mira de tiro se perfilan mujeres y

niños. Verdad que están en un área de combate, e incluso es cierto que en

África las mujeres acompañan a sus hombres al frente convirtiéndose estas en

rehenes de las circunstancias y Alberto cree que no es justo que esa gente

muera.

Está atrapado por los cuatro costados, desde lejos el ojo frío del radar del

control aéreo cubano lo observa sin expresión, los instrumentos de la nave

comienzan a ponerse nerviosos porque se acerca al límite de operatividad, el

suelo se agranda en el cristal de la cabina y si no ataca ahora tendrá que

abortar la misión y luego rendir cuentas, hacer informes, soportar dudas

sobre su profesionalidad, se hará constar en su expediente militar que se

acobardó y no apretó el disparador cuando todos ven que está entrando en el

ángulo indicado.

_Pero había mujeres y niños, mujeres y niños_ repetía como si mencionarlos

borrara un poco la culpa que sentía por lo que hizo a continuación.

El disparador es un simple botón de plástico ubicado en el bastón de mando,

no hay que presionar mucho, simplemente se le da y la señal eléctrica viaja

como un rayo a un distribuidor que la reenvía al sistema que activa el

armamento seleccionado y ya está.

A partir de ese instante la principal tarea es salir pitando de allí y ver

por el retrovisor como se levanta un hongo naranja rodeado de oscuros

fragmentos en expansión, a esa hora se suelen liberar emociones, se grita

por la radio, se dicen palabrotas y ofensas al enemigo, el ego se hincha

como un globo y te sientes como un súper macho.

El pulgar de Alberto duda, si lo presiona cruzará el punto de no retorno

porque sabe que abajo hay civiles, que lo que vé son personas y cada segundo de duda a tantos

kilómetros por hora suponen tomar una decisión ya.

Alberto cruza la línea, siente una ligera sacudida y una pequeña ganancia

aerodinámica al desprenderse el armamento que inicia su caída libre en dirección a

ellas.

En aquella misión participamos mucha gente, se trata de trabajo en equipo,

el éxito de una tarea es el triunfo o el fracaso del equipo. Aquellas

personas ya estaban muertas cuando fueron incluidas en el plan de ataque,

pero no lo sabían. Nosotros no sabíamos que había civiles, pero lo

sospechábamos pues conocíamos las costumbres de los habitantes de esas

regiones. ¿Lo sabían los mandos superiores? Sospecho que si ¿Lo sabían los

de inteligencia que procesaron las fotos de los aparatos espías? Creo que

si. ¿Por qué no se comunicó? Pues porque ellos y nosotros éramos piezas desechables. Porque

hay una escala vertical donde las cosas ni se piensan ni se discuten; se

obedecen.

Y fue la parte humana de Alberto y la mía las que quedaron afectadas para

siempre.

_Cuando vuelva a mi casa_ decía_ y vea a mi mujer y a mi hijo, ¿ qué les voy

a contar? ¿Cómo se cuentan estas cosas?

Alberto sobrevivió a la guerra. Hoy vive solo en Miami y se gana la vida de

camionero, tuvo tres matrimonios y tres fracasos, nunca más le dio hijos al

mundo y es un tipo bastante violento.

Uno de los aspectos más duros del estrés postraumático es la culpa que

acompaña a quien sufre el síndrome, culpa por aquello que se hace

directa o indirectamente y, lo que es peor, el dolor que causa el

conocimiento de las consecuencias de nuestros actos sobre los demás.

Esa delgada línea yo también la crucé y el camino hacia la sanación pasa por

el perdón y la aceptación de uno mismo y de aquella persona que un día fui.

Pasa por sentir que me arrepiento profundamente por el daño ocasionado a

seres humanos que nada tenían contra mí y perdono a mis jefes por ser unos

capullos integrales que seguramente tienen toneladas de motivos por los que

igualmente pedir perdón.

Existo en otra parte

Me fui como tantos de la Isla, me largué lejos de sus costas a otras más normales y tranquilas. Me harté del verde olivo y de raciones, de invasiones anunciadas y jamás cumplidas, de promesas traicionadas, de controles para todo, de segurosos y sus guayaberas, de CDR hipócrita y ladino, de mentir sobre mentiras hasta perder el rumbo de mi propia identidad.

Un día subí a un avión y corté la cuerda que me ataba al comandante y sus secuaces, a su estúpida dialéctica, a su barba, a su imagen repetida vuelta y vuelta.

No me fui en una balsa, ni salté muros camino de embajadas, no desvié un vuelo hacia Florida, tampoco llegué a robar una lancha. Fue una salida normal, llena de fingida calma fruto del entrenamiento y experiencia con aduanas.

Y volé mientras La Habana se perdía tras las alas y una nube de tormenta barría el puerto, el Morro y las fábricas. Hasta salir a un cielo azul, de un azul tan limpio y claro que devolvió el alma su casa.

Y no he vuelto, han pasado años y años y no he vuelto por cosas que revuelven las entrañas. El odio que el anciano siente por su pueblo, maniatado, castrado y sin esperanzas. Es una de las caras de su miedo; es la pesadilla más profunda y pavorosa que pagamos todos con exilio vivas dentro o fuera de sus playas.

Somos muchas islas varadas en el mapa, la rosa de los vientos dispersa mi raza por rincones del mundo absurdos y lejanos. Extraño linaje sin tierra prometida. Pagamos el precio de ser como somos y a la vez Cuba allí donde se planta la huella de un pie venido de La Habana, o Santiago, Camagüey, Las Tunas, Matanzas.

No se si podré perdonar algún día esta diáspora obligada, te juro que no se, ya no se nada.

Sin embargo me levanto cada mañana y doy gracias al cielo por estar aquí y tener ganas de un futuro en mis manos, las mías no las del Estado cubano.

Mis fracasos al fin son míos, no del bloqueo, o los americanos, a la crisis mundial capitalista y esas vainas. Mis triunfos son también míos y ese gusto no lo empaña nada.

Como diría el cabronsete de Nicolás Guillén: Tengo, lo que tenía que tener.

Y de veras que lo tengo.

Y lo tengo en mi casa.

domingo, 17 de junio de 2007

La Musa

Ella deshoja un trazo del tiempo con la luz de su presencia. Enciende una hoguera y me invita al cobijo de la lumbre. Hace frío y el bosque recuerda que el Norte puede ser brutal algunos días.

Le veo sentarse con la gracia de su linaje y poner a secar sus ropas empapadas a dos palmos del fuego.

Le conozco desde niño. Siempre ha sido así; hermosa, joven y fuerte. Pendiente de todo lo mío se alzó con la gracia de su tutela imperando en cada una de mis notas. Dirigió las flechas de al música hacia lejanos e inalcanzables horizontes y lloró conmigo cuando guardé la guitarra y marché al exilio.

Aquí está, humilde como siempre, sin juzgarme, sin dejarme a merced del oleaje de la soledad, guardando los tesoros ganados cuerda a cuerda. En el pasado que levita cual niebla del camino y este presente extraño y nihilista que intento enderezar.

La Musa es así, guardiana y vigía, refugio y paz de mi talento.

Compañía en el fin del camino para entregar el resplandor de su extraordinaria figura

Domingo

Tranquilidad en el mar, brisa políticamente correcta, temperatura mediterránea, atascos en las carreteras, monumentales.

El verano se instala sutilmente en la playa y los bolsillos de la gente.

Barcelona escapa hacia las olas aunque las montañas del norte acogen una humanidad sedienta de aire fresco.

Cuba es un puntito ardiendo en la memoria. El espejo grita las arrugas de los años.

Pero el niño que vive y anda por los paisajes interiores se baña entre espuma y sal a orillas del recuerdo.

Sin prisas ni estruendos.

Con la alegría de estar vivo.

Y libre.