domingo, 1 de julio de 2007

Concierto

Concierto de una hora, cuarenta y cinco minutos en un paraje bucólico y montañoso a 130 kilómetros de Barcelona. Luna llena sobre las cumbres, cielo sin nubes y poco trufado de estrellas, salvo una que se movía con el desparpajo típico de los satélites artificiales en el perigeo de su ruta.

Buen vino, buen sonido, buena comida y buen ambiente en el nutrido público formado por alumnos y profesores de la Universidad de Medicina Natural de Catalunya.

Gente preparada pero sobre todo con ganas de oír y pasarla bien.

J. y su hijo en la percusión actuaron en estado de gracia, casi rompen los cueros y al crearse la magia de la música afincaron los cierres que yo improvisaba como si de un espectáculo súper ensayado se tratara. Conexión fraguada en el enorme afecto que sentimos entre nosotros.

Pero hay un instante, un breve segundo en que el público se rinde. Hay que estar alerta pues a partir de allí se entrega en alma, corazón y vida a la batuta del cantante. Es un momento solo comparable el SI de una mujer deseada. Hay que aprovecharlo y conducir los sentidos y las emociones allí donde yo quiera.

Y esa sensación trasciende el ego, está más allá de la mera satisfacción del trabajo bien hecho, es un tipo muy especial de reconocimiento que se genera en un sitio paralelo e íntimo situado al sur de los aplausos formales.

Las miradas, los cuerpos que hablan, se doblan y saltan empujados por un viento que nace en el vórtice de sus corazones y llega hasta mi en hondas que animan el espíritu y el genio es fuente de vida.

Aprovecho el no tener que conducir y coloco una botella de tinto entre el pecho y la espalda.

Las curvas que conducen a Barcelona se curvan al compás de mi mareo. Repaso mentalmente lo que hice bien e hice mal. Dónde tendré que poner el acento o quitar un signo en futuras actuaciones. La música cubana sine sonando dentro. La musa del canto está agotada y pide que le deje dormir. Soy egoísta y se lo impido. No es el vino, es la embriaguez de lo que se revuelve dentro cuando se cantan ciertas cosas... vale, y también el vino.

Porque hay dos espectáculos sonando en paralelo y uno de ellos aún tiene luces encendidas.

La madrugada es una mujer de grandes pechos y cara de luna.

Me apiado de la musa y le dejo dormir agotada en su sillón preferido.

Son las cuatro y hay una cama esperando al final de la calle y en ella C. que duerme mal cuando me ausento.

Así que voy dejando prendas a lo largo de la sala, el comedor, el pasillo, hasta deslizarme a su lado y, literalmente.

Perder el conocimiento.

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