martes, 19 de junio de 2007

Vilma

Al fin te partiste de una vez. A los tropecientos años y un país en ruinas. Eternamente burguesa, te apalancaste en las virtudes y prebendas del poder, en la comodidad de ser una primera dama sin tener que acostarte con tu cuñado.

Presidenta vitalicia de la FMC, jamás se te vio llorar por las madres cubanas cuando sus hijos morían en Etiopia y Angola, o cuando los tiburones merendaban carne criolla en el estrecho de la Florida.

Tú estabas en otra honda. En el vacilón con los hermanos Castro, en tu coche oficial, tu mundo y tu impune inmunidad.

Nunca fuiste Celia, siempre eras Vilma, no te codeabas con el pueblo, te daba asco. Y al morir dejaste una isla con más putas que cuando triunfó la revolución, más miseria que la del 1 de enero del 59 y más mujeres cubanas en el exilio que imaginarse pueda mente isleña.

Apoyaste los fusilamientos y la mentira, ocultaste información a tu gente, fuiste cómplice del naufragio y no moviste un dedo desde la comodidad de tu apartamento en una zona congelada de Nuevo Vedado por nada ni nadie.

Tu declive no empezó con la enfermedad que te mató. Ahora sufrirás el castigo del pueblo en su mayor expresión de justicia: el olvido. Como sucederá con tu marido y el cuñadísimo Fidel.

El olvido, el pasar página, el dejarte allí, en el opaco rincón de la historia de Cuba.

Hasta que borren de la memoria tu rostro pues la vida sigue fluyendo a pesar de tu esfuerzo por congelar una nación para perpetuar una gerontocracia que ya está preparando, tal y como hiciste tú, las maletas.

Descansa en Paz Vilma Espín.

Que tu alma descanse en paz.

Si puede

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