jueves, 28 de junio de 2007

Trece años

Acabo de cumplir un año más desde mi partida de La Habana. Dios ¿qué pasó con el tiempo?

Trece años sin volver.

¿A qué? ¿Para qué?

Mirando la ciudad por Google Herat, el desastre se ve desde la órbita terrestre. Mi país es una ruina y mi familia ya no está allí, entre los escombros de lo que un día fue un sitio único y singular.

Trece años, caramba, los relojes están locos, vuelan sus agujas y tengo canas, también menos pelo y más barriga.

Las fotos de esa época son ajenas a la realidad de hoy.

Entonces disfruto del agua que dejé correr, soy río y allí está el mar.

Conservo olores y recuerdos, acentos y giros del castellano que no se pierden nunca pero a penas extraño el congrí y la yuca con mojo, su sitio lo llené con otras sutilezas y expandí la mente hacia otras latitudes en el intento de gozar de nuevas sabrosuras que aguardan mi garganta, mi piel y mis sentidos.

Europa es mucho más que España o Francia o Alemania, es algo que encaja cual pieza que busca su molde original y lo encuentra.

Pero estos trece años cuentan y pasan factura.

Ahora odio menos que ayer. Reniego menos que ayer. Culpo y juzgo menos que ayer y hay un montón de cosas que van perdiendo peso y protagonismo al ceder terreno a lo mejor de la nostalgia y a las trampas del recuerdo.

Viajero del tiempo soy. Miro hacia atrás y hay una historia por contar. Pero caigo más en la seducción de mirar adelante ocupándome curiosamente por lo que vendrá.

Y eso me encanta.

Mientras tanto, una parte de mí, la más dolorosa, sigue anclada discretamente en la ventanilla del aparato que me alejaba de La Habana en aquel atardecer en el corredor aéreo de Las Azores camino a Madrid y luego a Zürich.

Es como un puntazo en el hígado, profundo, inalcanzable, duradero. Con el que me levanto y me acuesto entre mezcla de resignación y fatalidad.

La noche cae sobre el atlántico, a unos metros bajo el asiento y compartiendo espacio en la zona de carga, mi maleta es la metáfora de toda una vida empotrada en un metro cuadrado. El resto habita en el corazón.

Y allí está aún.

Y por lo visto. Seguirá.

1 comentario:

Miguel dijo...

Hola Jose, amigo.
¿Para cuando algo de tu maravillosa música en este blog?

Un fuerte abrazo.

Miguel y Raquel.
Torrefarrera
LLEIDA