El fin de semana es el comienzo de otras cosas. Pistoletazo de salida a un nuevo curso de Reiki en casa, concierto de trova en un hotel a diez kilómetros al norte de Berga y preparar la ruta de Lleida que ocupará casi toda la semana que viene.
En Madrid el orgullo gay toma las calles para mordaz comentario de una amiga soltera que viendo esos cuerpos suelta aquello de “que desperdicio” sin ánimo de ofender.
Semana de trastos a la cabeza en el mundo político. Fidel se recupera para desgracia de muchos, coche bomba en Inglaterra que de haber estallado sería la bienvenida al nuevo ministro. La narco guerrilla colombiana se cargó a 12 infelices que tenían prisioneros e Irak sigue en las mismas. Gentes volando por la honda expansiva de los atentados. Retenciones en las carreteras de salida de
La playa es invadida por caras pálidas con gafas de diseño.
En fin, todo está como siempre que termina la semana: igual de bien e igual de mal según se mire. La línea de la costa la tapa las sombrillas, miro la montaña sabiendo que a partir de los quinientos metros hace otro tipo de verano y las noches son claras y frescas.
C. demuestra que es una mujer del norte dejando como un quirófano el piso a golpe de fregona. Maniática de la limpieza me ha salido. Pero es lo más lindo que tengo. Así que no digo nada que es una buena manera de ayudar.
Dormiré temprano.
Despertaré temprano.
El sábado será un buen día. Lo que pida hoy se cumplirá mañana.
Por si acaso prendo una velita.
Mientras el cielo es un suspiro en los labios rojos de la tarde.
Y la mente flota en la imagen recreada de una sonrisa vertical.
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