domingo, 8 de junio de 2008

No me descubras

Hace uno días atrás fue “descubierta” una de las últimas tribus perdidas en lo más profundo de la amazonía, un avión sobre voló la zona y los objetivos digitales captaron a un grupo de hombres de piel cobriza lanzando flechas al aire con ánimo de espantar esa ave que no era bienvenida. De pronto el siglo XXI se torció en un bucle del espacio tiempo y fuimos testigos de una escena propia de los primeros conquistadores españoles que se adentraron en lo desconocido. Allí, entre nubes, una máquina miraba el pasado desde el trueno de sus motores mientras en alguna capital sudaca o un despacho de cierta empresa multinacional descolgaban teléfonos para crear un plan de eliminación de aquellas gentes que están en la senda de las compañías madereras molestas a la hora de tener testigos de la deforestación. Pero supongamos que bajamos y hacemos contacto con esta tribu indígena, que somos recibidos cordialmente (lo dudo) y que comenzamos a charlar de nuestras vidas, ¿qué puedo contarles? ¿Qué su mundo está apunto de terminar? ¿Qué el mío peligra por la voracidad del consumo? ¿Que la era de la inocencia terminó hace rato y ellos son cifras a eliminar del software de los planificadores? Que solo son espejismos con taparrabos bajo el techo de paja de sus casas comunales. Pero si hablaran yo conocería de sus miedos y esperanzas, de la vida que late en la selva, del dialogo emocional con los animales, la tierra y los árboles; de la presencia tutelar del río que nace en un lugar incierto y sigue hacia sitios inexplorados por su raza. Me hablarían de sus censillas vidas y de La Vida. Creo que igual intuyen que su mundo está en tránsito hacia la oscuridad y se aferran al ahora en que viven entes de que ocurra la hecatombe. Saben que esas aves que brillan en el cielo son malos signos que pintan cruces blancas bajo el azul inalcanzable. Los viejos dioses del bosque y los espíritus gritan a su pueblo que huya, pero a dónde si cada vez hay menos espacio cubierto de verde. A donde ir, se preguntan. Yo también. Y no tengo respuestas. Solo un poco de esperanza en la cordura humana, no mucha, un poco nada más, ya saben que algo es mejor que nada.

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