martes, 10 de junio de 2008

Huelga

La AP 7 vacía, piquetes de huelguistas con inocentes barras de acero apostados en las entradas y salidas de los polígonos industriales. Camiones parados en la frontera cual cacharros enormes e inútiles sin destino fijo y yo bajo la lluvia de junio buscando una gasolinera que funcione. Subo y bajo colinas entre El Valles y la provincia de Gerona. Visito los lugares surrealistas de costumbre. Fábricas cerradas por falta de género, obreros sin faena, autónomos sin beneficios. Las alas negras del paro flotando sobre las comarcas. Sólo me queda el pequeño mundo entre los relojes del salpicadero y el volante. Cristales me muestran ese otro mundo detenido por las huelgas del transporte. Adivino, luego del asombro, el rincón oculto de un paisaje que ocultaba el tráfico de los días pasados, la autopista es una cinta tranquila y apacible salpicada de azul niebla y nada puedo hacer sino esperar el fin del conflicto. Este es mi nuevo país y como tal ayudo a que siga adelante pero trabajo para una multinacional sin corazón que tiene dinero suficiente como para pasarse por el forro de los cojones los problemas de España y va a lo suyo a golpe de Visa en cada estación de servicio que quiera ponerme gasoleo. Ni la angustia de los clientes, ni la tibieza del gobierno, ni las protestas de toda Europa, ni la crisis de las hipotecas, ni el terremoto de China, la conquista de Marte o el fin del hambre en el mundo alteran los nervios de mis jefes. Por eso enfilo la AP 7 y me alejo de los piquetes de Montmeló que amenazan con partirle la cara al primero que no secunde el paro general. En casa me espera C. y esa es la mejor y única reivindicación que necesito para cerrar este jodido día.

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