sábado, 8 de septiembre de 2007

La intolerancia

Tal vez el gozo dure a penas unos minutos, incluso que los ecos de las groserías reboten sobre las paredes de los medios de comunicación para disfrute sádico de su acto heroico, luego las bestias del clan regalan palmaditas en el bachoki entre pacharán y birras junto a las huchas donde se financia ETA. A la alcaldesa de Lizartza se le gritó fascista, franquista y ladrona, ¿qué clase de supuesto y futuro estado vasco puede nacer de un tipo de gentuza con ese calibre de intolerancia y bajeza? Tal vez la respuesta se esconda en la madeja del “Estado Socialista” que entre paja y paja mental pretenden crear. Estado ¿nacional socialista? Al estilo germano, digo yo. Quizás sirva el modelo cubano que copian los venezolanos y bolivianos para desgracias venideras. No lo tengo claro, eso si; estas personas vuelcan sus miserias y frustraciones personales en el insulto arrojado al contrario ideológico. Por un instante son felices, focalizan al enemigo y vuelcan sobre su piel toda la hiel de su amargura amparada bajo la fina película del nacionalismo que lo justifica todo. La memoria viaja a los actos de repudio que sacudieron Cuba a raíz de lo de la embajada del Perú y la diáspora del Mariel. Muchos cojieron luego el caminito de aquellos que escupieron, arrastraron y golpearon. Mucha gente al entrar a un súper en Miami ha visto cobrando en la caja a la persona que le mentó la madre, atropelló a su padre y empujó a su hermana. Y hay memoria en la mirada. De ambos. Y una discreta bajada de vista en medio de un “yo se que tu sabes que yo se”. También se que más de uno se ganó un buen sopapo en un aparcamiento propinado por un antiguo marielito al que le falló la terapia del perdón y el olvido. Porque esos que desahogan sus oscuras mierdecillas privadas y disfrutan los elogios de la secta mientras machacan a gente anónima que no les ha hecho nada personal, abren heridas difíciles de cerrar. Miopía de olvidar que este mundo es redondo y aquel que hoy está bajo tu suela, mañana tal vez deje caer un ladrillo en tu cabeza desde el balcón de su privilegiada posición. Allá ellos. Ya lo dice la canción _ “Siempre hay un ojo que te ve, siempre una mirada te sorprende”.

No hay comentarios: