domingo, 9 de septiembre de 2007

Hay sol bueno y mar de espuma

Hay sol bueno y mar de espuma, arena fina y un azul que invita nadar entre sus hondas. Su marido en bañador chapotea a escasos metros mientras el agua enfría la piel caliente del verano. Ella adelanta un pie, luego el otro. Llega la espuma sobre la arena fresca y abre los brazos para mantener el equilibrio en la frontera de los mundos. Pero no siente la brisa, ni el oleaje, ni el vértigo del primer baño en la playa porque su bañador autorizado solo deja libre sus hermosos ojos color café. El resto está oculto bajo un manto color noche que incluye largos guantes cubriendo los antebrazos. Los guardianes de la fe vigilan en la orilla, el amo-marido le hace señas para que nade hasta él. No hay libertad si el cuerpo va envuelto en esa mortaja mojada, así que mejor moverse poco e ir a su encuentro. Él está feliz con su conducta, ella resignada. La ley de los clérigos sigue vigente. Todo está inmóvil, para gloria del Profeta. Ella es una minúscula criatura sin derecho, ni voz, ni voto. Yo miro solamente, intento ser imparcial, comprender que así ha sido desde hace miles de años de involución y recuerdo que occidente un siglo atrás se comportaba muy parecido pero ojo, dije un siglo atrás. El mundo es como el cubo de Rubik, los colores van a su aire y casi nunca concuerdan con los de al lado. Yo vivo y respiro en amarillo, ellos es rojo, son gamas hermanas en la palestra pero diferente en el contenido. Al salir a la orilla ella siente el peso del agua, el cambio térmico y lo que es peor, la traición de la ropa mojada que pegándose al cuerpo deja ante ojos ajeos entrever su hermosa figura con el océano de fondo. La brisa revuelve los pezones que reclaman tungentes su cuota de sol. Rápidamente separa las ropas entre lluvia de gotas saladas, busca el retorno del recato islámico mientras vigila cualquier cambio de actitud en su amo-marido, no hay que enfadarle por nada ni nadie y esas ropas húmedas y pegajosas, con arena pegada por todos lados, son la prisión impuesta por los amos del amo y hay que joderse, no se protesta, no se cuestiona, no se opina, no se habla, no se existe. Las sombras no hablan, solamente callan, escuchan y obedecen. Aunque por dentro una mujer como cualquier otra añora sentir el sol de la tarde sobre la piel, la de ella, la de verdad, la que está viva dentro de las telas. Hay sol bueno y mar de espuma. Para él y sus colegas. Para ella. Paisaje desde la ventana de la cárcel.

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