jueves, 17 de enero de 2008

El Himno de España

Y España se quedó sin himno. La verdad es que no tengo del todo claro si a estas alturas hacía falta encapsular su melodía en las siempre peligrosas fronteras de la palabra escrita. Los himnos que terminan siendo símbolos de los países suelen venir casi siempre de circunstancias dolorosas, dramáticos acontecimientos históricos o giros en la biografía social y política de las naciones hasta el punto de justificar integrarlos en la memoria popular como signo de identidad patriótica. Sus letras, sobre todos los himnos suramericanos, son pequeñas secuencias de hechos bélicos en medio de una nube de testosterona para ver quien la tiene más grande o se buscan metáforas como el cielo, el mar, la muerte, la gloria, el recuerdo y otras barbaridades. El himno español no pasa del tralalá que entonan los deportistas emocionados bajo el peso del oro en sus pescuezos y no está del todo mal su letra ya que no veo manera de contentar, literariamente hablando, a nacionalistas catalanes, gallegos y vascos (y ojo con los canarios que viven muy lejos de la peninsula) que no ven a este país como el suyo. En mi caso he convivido con cuatro himnos casi toda la vida y ellos ocupan terreros de la memoria pues más allá del himno nacional cubano, mi generación aprendió de memoria las notas del himno de la República Socialista Soviética en aquellas infinitas y monotemáticas películas y documentales de aquel país que un día fue y ya no existes. Lo entonaban trabajando, haciendo tornillos, sacando por la solapa a mugrientos nazis de las trincheras de un Berlín en llamas, recogiendo trigo, haciendo deportes en la nieve y siempre a todo trapo, cuerdas de metales, trompetas y tambores marciales durante un montón de años hasta que me lo aprendí completo, para que luego digan que no fuimos colonia rusa. También el himno de los yanquis en esa otra cara del consumo cinematográfico y en esta etapa de mi vida me enamoré del español y lo incorporé a mi jardín afectivo. Mejor que se quede sin letra. Que cada quien le ponga con sentimiento la emoción que emana de su melodía porque España es un caleidoscopio y cada cual la siente a su manera. Por ahora ella, mi querida España no se abre de piernas al idioma o tal vez no haya llegado el compositor que logre el milagro de su sonrisa vertical para gloria de generaciones futuras.

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