miércoles, 7 de mayo de 2008

Primavera

Entorno los ojos y el sol ocupa otro sitio en mis pupilas, bajo el tabique y apago la radio. Una sombra desocupa el hervor de la carretera y me deslizo entre coches de todo tipo que van a Barcelona. C. y Mo. se quejan de mi forma de conducir, algo de cierto debe haber ya que la pequeña se me quejó hace días al ver los volantazos que doy en las curvas. Y mira que siempre critiqué a los furgoneteros por sus chapuzas en las calles, sobre todo a los de reparto comercial que le entraban a las curvas en dos ruedas. Hoy soy uno de ellos y formamos un extraño gremio de ilustres desconocidos que aplica leyes de cortesía entre ellos y evade los embistes de los camiones pesados que siempre van a lo suyo sacándote de la autopista sin miramientos. Regreso a casa desde el surrealismo de mi oficio y coloco el cerebro en el lavavajillas un rato hasta que recupero ecos perdidos viajando por Internet o el cuerpo de C. que es como la Tierra pero en plan mini. Mi madre desde Miami da gracias a Dios porque sus dos hijos tienen trabajo en medio de una crisis mundial que nos deja en España más de dos millones de parados. Yo creo que si, que tengo suerte en medio de la angustia de no ver llegar los billetes por ningún lado y espero que me siga iluminando porque aquí me necesitan mucho. Mañana saldrá un sol primaveral y asaltará mi sendero hacia el Maresme, le tengo un aire acondicionado y unas gafas oscuras para joderlo y sobre todo, mi sana alegría envuelta en el regreso a mi mundo. Mi pequeño mundo.

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