
El gobierno francés le ha negado la ciudadanía a una mujer de origen marroquí con tres hijos nacidos en francia por pertenecer a una de las ramas más radicales del islám que le obliga a portar un burka toda vez que salga a la calle. Vale, esas son sus costumbres pero el gobierno galo dice que son incompatibles con los ideales de la República y en eso tiene razón. ¿Quieres ser europea? pues entra por el aro mi niña. Es muy fácil pasar las fronteras del mundo con un pasaporte de un país democratico y desarrollado portando una nebulosa identidad medieval que no deja ver ni un pelo.

Y aunque se intente dar una rudícula imágen de modernidad con bodrios como el llamado "Burkini" de la chica de la izquierda, que dan pena y enojo. Lo que más me asombra es el miedo atábico de los hombres musulmanes a eso que esconde la mujer.

Su extraordinario poderío, su belleza, su serena confianza en que el futuro tarde o temprano será de ellas y el maltrato, el olvido y la anulación como persona serán su más sentido triunfo.
Mientras ese día llega, ellos, los islamístas tradicionales, seguirán gozando de sus esclavas dentro de una realidad virtual que les da seguridad y tranquilidad. Sigan durmiendo de ese lado que ya despertarán algún día en el siglo XXI sin saber cómo llegaron hasta aquí y verán la pesadilla de su mala educación: ellas son iguales a nosotros. Ellas merecen el derecho a la igualdad pues de ellas, so cabrones, venímos todos.
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