lunes, 26 de enero de 2009

Continuación

Un año comienza no por los designios del calendario sino por los relojes interiores que marcan los ritmos de nuestras vidas. Recuerdo que el siglo XIX se alargó hasta entrada la primera guerra mundial, hasta que la industria marcó su seña en la estética y el reagrupamiento mental de la gente metida en la vorágine de aquella enorme y descomunal trituradora de carne. El siglo XXI se asomó sobre la nube de polvo de las torres gemelas y acaba de ponerse andar con un negro sentado en la casa blanca. Mis relojes anuncian otras horas. Los cambios interiores que me mantuvieron separado del blog comienzan a manifestarse. Necesitaba ajustar los mecanismos del alma y vivir en armonía con las estaciones. Dejar caer la nieve sobre el corazón es todo un espectáculo sobre todo cuando al derretirse crea riachuelos saltarines e indómitos que fluyen venas abajo. Y llegará el otoño envuelto en noticias insospechadas que se hoy hornean al calor de una época precipitada en casi todo. Pero hoy es invierno y hay placas de hielo y nubes grises, bufanda y comida caliente. La vida continúa aunque estemos en crisis. Continúa. Y eso es bueno.

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