sábado, 20 de septiembre de 2008

Hambre

Me aterra la noticia aunque más o menos la esperaba. El hambre en Cuba ha sido sinónimo perpetuo de la economía socialista. Mala inversión la de confiar el papeo a los generales y a los coroneles bajo las órdenes de un comandante. No funcionó en Rusia soviética, ni en Europa tras la cortina de hierro, ni en China y Vietnam, ni en lugar alguno (pobres venezolanos, lo que les espera con Hugo) y por eso el entramado social de la isla no estaba preparado para el paso de dos huracanes tan devastadores. El caudillo enfermo dilata las soluciones, habla de evitar los ojos espías de los observadores para ayuda humanitaria y el hermanísimo se queja de la apatía que nota en la gente mientras promete soluciones de aquí a cinco años más o menos ¿y mientras qué se come? Hay fatiga en la sociedad cubana, hay balsas en plena construcción ocultas en rincones prestas a partir sin brújula hacia el Norte porque no hay esperanza, no hay fe ni confianza en las mismas frases de siempre, años tras años, como si la gente fuera tonta en su papel de teatro de opereta. Fidel debe odiar mucho a sus compatriotas cuando prefiere la tierra improductiva antes de cultivarla bajo la ley del libre mercado que tanto teme. Él no pasa hambre, ni su gente, el resto que se joda; típico de un tirano que ve el país como un enorme latifundio ocioso donde se sembrará allí donde el amo quiera y solo cuando quiera. Siento una pena enorme mientras el mundo sigue su rumba y su rumbo. Hasta siento un poco de remordimiento al abrir mi surtida nevera. Y no poder ayudar. Cuándo terminará esta pesadilla. Cuándo.

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