sábado, 30 de agosto de 2008

Cómo ser positivo y no morir en el intento

Ser positivo en estos tiempos suena a tópico, ¿por qué hablar de “estos tiempos” si siempre han estado más o menos jodidos? El fantasma de la guerra fría asoma en el horizonte luego del mal rollo con lo de Georgia y los tanques rusos destripando gente. Un avión se desploma en Barajas y van acumulándose días de hablar del mismo tema mientras en las carreteras muere el doble de las personas quemadas entre los restos de la nave. Vivimos el impacto de la inmediatez y por eso activamos el peligro de la pérdida de memoria enredada en este mar de información que otros, los muy listos, manipulan a su antojo para alegría de sus bolsillos. Hoy visité al radiólogo; es curioso verse por dentro, cómo son los huesos, de qué está fabricado mi andamio interior, la belleza del calcio manifestada en el esqueleto, mis tres vértebras díscolas e irreverentes dueñas de la lumbalgia que casi me mata cuando asalta a punta de dolores la mitad del cuerpo. Siempre que se acerca el final de un ciclo siento un cambio sutil en la química del alma. Es como un nuevo tipo de brisa piel adentro que se confunde con el olor del miedo ante la incertidumbre de lo inmediato, de lo impostergable, de lo que ya debe y tiene que cambiar y cuando esto ocurre las esferas se alinean para que sucedan las cosas. He vuelto a revisar mi obra. Decenas de canciones, cada una con su historia personal añadida, su peso y calibre, su tiempo y espacio gracias a la magia de unos olvidados casetes que traje de Cuba y Suiza en el intento de salvar parte de la memoria personal. Allí se revela un hombre casi desconocido en estos días; que manera de cambiar y también de olvidar. Trampas de la memoria, lagunas secas de abandono, señales y signos bajo el cráneo que piden y reclaman atención. En un mundo digital resulta curioso el tacto de las teclas del reproductor de casetes, lo duras que son, lo tosca que suenan cuando le meto presión para que funcione la mecánica del aparato. Un trazo de mi historia personal se desarrolla cual libro abierto ante la conciencia que observa crítica y expectante en busca del camino donde se retoman las cosas semi olvidadas, sin reproche, sin prisas, está todo aquí en la frialdad de una cinta magnética. El sábado sede a un domingo de suave brisa marina. La madrugada es mi amante secreta en ausencia de C. que está para Asturias visitando la familia y siempre sube a la cabeza aquello de José Martí que decía: “Dos patria tengo yo, Cuba y la Noche” definitivamente debo ser martiano pues aquí me siento como pez en el agua mientras CNN desgrana noticias tremendas ocurridas en el planeta pero mi mundo, mi pequeño mundo cabe en las fronteras de la habitación donde un ordenador reclama en libertad su derecho a conectarse con todo el mundo.

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