viernes, 21 de diciembre de 2007

La madre del astronauta

Daniel Tani es astronauta, está ahora mismo flotando a cientos de kilómetros de la tierra a bordo de la Estación Espacial Internacional como parte del programa que le convierte en inquilino durante un montón de semanas. Ayer su madre, la señora Rose, murió en un accidente de trafico a los 90 años y él no pede acudir a su entierro por estar, literalmente hablando, fuera de este mundo. Pero Daniel está todo el tiempo monitoreado por el equipo médico de la NASA que mide atentamente sus parámetros metabólicos y psicológicos, la pérdida es grave e irreparable pero estoy seguro que sentirá la presencia cercana de sus compañeros en Estados Unidos. El jefe del programa espacial cruzó los brazos ante la impotencia de no tener una nave que le buscase y trajera de vuelta, tal cosa es cuestión de años venideros, hoy día hay que confiar en la preparación del personal de vuelo que sabe a lo que se expone más allá del cumplimiento con un contrato con la agencia. Eso lo entiendo y hasta me solidarizo con el tipo pero, puestos a recordar me viene a la mente cuando murió la madre de Celia Cruz y Fidel prohibió que fuera a Cuba para enterrarla en santa paz. El estrecho de la Florida es casi una metáfora espacial, 90 millas que a veces parecen 90 años luz en otra galaxia. Dos mundos artificialmente lejanos dentro de otros tantos repartidos por doquier en que las personas son divididas por la fuerza de las creencias, los pensamientos, los muros, las armas, las miserias, las promesas, el dolor, el racismo, la esclavitud y similares. Entre Daniel y yo está el vacío del cosmos frío y hostil. Entre La Habana y Miami hay tiburones y marejadas. Dicen los que suben hasta la órbita que el planeta luce muy bonito sin las fronteras inventadas por el hombre. Aquí abajo te pueden pegar un tiro si cruzas sin permiso las que están debidamente señaladas. Que el alma de la señora Rose descanse en paz. Su hijo algún día volverá del cielo

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